El capitán de las nubes: 2- El hombre de la mirada triste

_ Arriad las velas!
_ Alzad el ancla!
Ordenes y ordenes gritaban las voces de gente extraña. El graznido de las gaviotas daba pinceladas de aventura en la fachada del puerto. Recogían los destrozos en la taberna, la Taberna de miel, como era llamada por las gentes del Puerto Ocre. Rodaban los barriles. Susurraba el viento el nombre de cada uno de los siete mares mientras sus olas rompían en la inmensidad con un murmullo precioso, con un frescor incondicional, y allí, a lo lejos, con paso enérgico se aproximaba al barco el último pirata...
_ Rumbo a la Isla de Noria! -gritó el capitán.
_ Isla de Noria- repitió el loro, y voló hasta el mástil del barco.
Giraron a estribor, luego a babor y el calor cada vez era más insoportable. Un sol de juicio para los locos era lo que había en el cielo, pero, ¿A quien le podrían importar el sol y las estrellas cuando las negras velas ondeaban al viento haciendo que la caravela pareciese volar sobre las olas?
_ ¿Qué hay en la Isla de Noria? - preguntó un joven que ataba los cabos.
_ ¡Nada! - contestaron al unisono todos los presentes.
Las puertas del camarote principal se abrieron de par en par. Dejaban ver una silueta que bien podría ser la de Barba Negra, pero este capitán era mucho más peligroso que Barba Negra, que el capitán Pata de Palo e incluso, me atrevería a decir que es más peligroso que el mismisimo capitán Garfio.  Nadie conocía su nombre, nadie sabía de donde era, pero sus ojos mostraban un valor, una sed de aventuras nunca vista.
_ Nada se halla en la isla de Noria. Es un desierto de arena y ceniza. Buscamos al hombre de la mirada triste, el sabio más sabio que han conocido los siete mares.
El silencio que había en cubierta era notorio. Podías escuchar latir el corazón de aquellos hombres a una legua de distancia.
_ ¿Qué preguntará mi capitán? Si no es molestia preguntarlo.
_ Já. -Frunció el ceño- Evidentemente, preguntaré donde se hayan los tesoros de los diez piratas. Ser el pirata más temido de los siete mares tiene un precio. El hombre de la mirada triste sabrá decirme donde estan esos tesoros, o, no podrá volver a responder. Ja, ja, ja, ja.
Y rieron todos los piratas a bordo del barco. Y se hizo la noche, y nuestro capitán volvió a su camarote, lleno de lujos, y se sentó en una silla, rozó con sus manos sus labios, la mirada perdida en el infinito, y dijo:
_ Espero que el hombre de la mirada triste sepa donde puedo encontrar a mi princesa. Han pasado muchos años, he venido mucho a Puerto Ocre, y no la he vuelto a ver, ni siquiera se si se acordará de mi. Ni siquiera se su nombre, pero recuerdo el olor de su pelo, el brillo de sus verdes ojos y ese instante, grabado a fuego en mi memoria. Duele como cien latigos, no sé por que me fui aquel dia, no se por qué embarqué, no se por que no la llevé conmigo, pero cada noche que he pasado en este barco ha sido más dolorosa que la anterior. Su pelo, su voz, se hacen añicos poco a poco en mi memoria, pero ya no está en palacio, ya no está en la taberna. Nadie sabe donde está, y solo espero que el me diga por donde empezar a buscar...

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